01.01.23
Es necesario que cuanto pido a la vida esté en equilibrio con cuánto estoy dispuesta a darle, además de abrirme a posibilidades que, ni para lo que tengo para darle ni para lo que puedo recibir, estén limitadas por mi percepción de este momento sobre mis propias posibilidades ni sobre las posibilidades que la vida guarda para mí.
Esto nada tiene que ver con el pensamiento mágico de que todo es posible, pero si tiene que ver con la certeza de que mi percepción es limitada por muchas cosas: mis propias experiencias, mis creencias o las creencias familiares o culturales, incluso por la limitación de mi mente para ver otras esferas que a esta parte consciente le son veladas, y… un sinfín de cosas más que no tengo tiempo de enumerar… pero también existe en mí la certeza de que puedo abrir un espacio en mi corazón, incluso en mi mente consciente, al misterio, a ese espacio ilimitado de posibilidades que bailan a mi alrededor y que me impregnan más allá de mi propia percepción, esas que puedo saber que existen sin poder definir, sin ponerles nombres, ni colores, ni palabras, porque son eso que denomino «el misterio»… solo la energía de las múltiples posibilidades escritas para mí, disponibles para ser disfrutadas cuando bajo la coraza de mi certeza o de mi limitada percepción y me entrego al infinito mundo de posibilidades que existe en la incertidumbre, y bailo con la infinita energía de lo incognoscible, sin importarme donde me lleve ni qué me traiga, sin espacios ni tiempo definibles, cuando puedo bailar más allá de las formas que me permite mi limitado cuerpo, cuando puedo abrir mi mente y hacer saltar por los aires mis limitados pensamientos, cuando dejo de ser «mi pequeño yo» para unirme al infinito «nosotros» que somos juntos, todos, todas nosotras, y que se une al Todo, ese Todo que nadie puede conocer, predecir, sostener pero que nos conoce profundamente, puede predecir cada paso que damos y puede sostener toda nuestra experiencia, sea cual sea la que decidamos o podamos experimentar, de la misma manera que puede sostener toda experiencia a la que decidamos entregarnos fuera del pequeño control que ejercemos en nuestra vida.
Si fuéramos capaces de entregarnos sin medida tal vez dejaríamos de ser tan humanos y predecibles y, de nuevo tal vez, podríamos experimentarnos en una esfera más interna, profunda y espiritual de lo que nunca nos hemos experimentado… sin dejar de estar en nuestro cuerpo, sin dejar de tener los pies en el suelo, sin dejar de vivir una vida humana, pero que sería más sabiamente humana, más de servicio, más de cooperación y colaboración, más de dar la mano, menos de enjuiciar y más de mirar amorosa y compasivamente al otro, porque puedo mirarme más amorosa y compasivamente a mí misma.
No hay que tirar cohetes, ni llevar un cartel en la frente, no hay que poner anuncios en prensa ni en televisión porque esto solo se puede experimentar hacia dentro, en silencio, en la oscuridad del vacío y la nada, en la sonrisa tierna y pícara de adentrarte en un terreno desconocido sintiéndote valiente, porque lo eres, porque tu coraje lo merece, tu fuerza está aún por descubrirse y cuando la sientes solo sientes atisbos de ella, porque si la sintieras por completo estallarías. Y en ese silencio, ese vacío y esa nada donde el misterio tiene posibilidad de mostrarse, deja que te haga sentir quien eres, deja que lo incognoscible te atraviese y te experimentes en el infinito ser de amor y luz que eres.
Bienvenido, bienvenida a este nuevo periodo que se nos presenta en el calendario, sin olvidar que cada respiración es el comienzo de un nuevo periodo de vida, sin importar la fecha, el momento o el lugar, incluso sin nada que celebrar, excepto que hoy es hoy, que ahora es ahora, y que entre todos y todas lo convirtamos en un periodo de amor y de luz.
Recordemos que no es necesario hacer algo por otro, que con que cada uno hagamos lo nuestro es suficiente porque además es solo lo que podemos hacer.