El facilitador o facilitadora guiará en todo momento el trabajo a desarrollar y pedirá al cliente que elija entre los asistentes a una o más personas que representen a los miembros de su familia que considere oportuno, a su dificultad, y a la persona que consulta. Los representantes se colocan en el espacio de la sala asignado para ello y de una forma centrada y recogida, se dejan guiar por lo que sienten en ese momento, prestando atención a su cuerpo y a sus emociones, en completo silencio. De este modo emergen las dinámicas ocultas y las vinculaciones con hechos y personas del sistema, que se observan a través de los movimientos y de las emociones de los representantes.

Dirige la evolución de la constelación, hasta que considera que el bloqueo, la vinculación o el orden del sistema familiar queda restablecido, y que los hechos a los que estaba vinculado el cliente son respetados y dejados en la generación que corresponden.

La liberación que se produce tras una constelación genera cambios profundos en la vida de las personas, de forma sutil unas veces, apenas imperceptible hasta pasado un tiempo, y de forma inmediata otras, incluso espectacular. Para cada persona la forma es diferente. Lo cierto es que pasado un tiempo la persona siente que su vida se ha transformado y también la de su entorno familiar, puesto que una constelación afecta a todo el sistema.

El movimiento que se inicia en una constelación familiar, no acaba cuando se cierra el taller, es un movimiento vivo, interno, del cliente y del sistema familiar, y tiene repercusión durante mucho tiempo, incluso años, y encamina a los miembros de ese sistema a la liberación del conflicto, de tal manera que los descendientes no tienen que volver a repetir esos guiones o vivencias.